Si aún tenemos, a pesar de más de un siglo de sentimentalismo, alguna idea de la objetividad adamantina de la ciencia, se la debemos a la antigua disciplina escolástica.
El diente verdadero surge de un esbozo en forma de campana, con su órgano adamantino epitelial y una papila dérmica que darán origen al esmalte y a la dentina.
Para conservar intactos sus atributos, el genio necesita períodos de recogimiento; el contacto prolongado con la mediocridad despunta. las ideas originales y corroe los caracteres más adamantinos.