Cuando pasó el vendaval de odios y luchas, los que lograron sobrevivirse asentaron en diversas ciudades como respetables vecinos y muchos fueron el tronco de linajudas familias virreinales.
Todos ellos varones, linajudos, a quienes la santidad se les supone por el cargo, que ahora podrían convertirse en modelo a imitar por cualquier ser humano plebeyo e iletrado.