Todo parecía poco a los cienfuegueros; recepciones, bailes, fuegos artificiales, cucañas, arcos de triunfo, serenatas, carreras, iluminaciones, retretas, etc..
La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena..., (pp. 34243).
Las carreras de sacos y las cucañas las dirigían desde tiempos inmemoriales los jóvenes que formaban parte de las comisiones de fiestas de los pueblos.