Y debo reconocerlo aquí públicamente: asistir a todo ese guirigay, propio de las tabernas de filibusteros de los viejos libros, me ha calentado el corazón.
Un montón de instrumentos armonizados es música, pero compitiendo es un guirigay, justamente lo que seríal mundo si sólo hubiera competencia y selección natural, como decís.