Admiro su eclecticismo filosófico, la libertad de quien repudia los rigorismos, abierto como está a intereses plurales e incluso opuestos: eso sí, preferemente literarios.
Con soluciones alejadas por igual del intelectualismo socrático, del idealismo platónico, del rigorismo estoico, de la relajación epicúrea y, por supuesto, de la amoralidad sofista.